MORIR PARA SER YO - ANITA MOORJANI
Sanando mi relación con la muerte.
Las muertes repentinas o esperadas,
de personas que amo o apenas conozco, violentas o naturales, todas son un llamado a sacudirme
de la ilusión y recordar que nada es tan importante pues siempre termina con la muerte. Es como si me explicaran el chiste
parte por parte y por fin lo entiendo, no me queda de otra que reírme por haberlo
entendido todo al revés y con una gran carcajada, casi llorando de risa me digo
“Que más da, voy a Serlo, esto es solo un juego”. No es que esté preparada para
cuando la muerte vuelva a manifestarse y que ya no me duela, solo sé que, si
estoy dispuesta, puede ser mi gran maestra a pesar del dolor. Para el dolor que
llega con la muerte está este libro, para el sufrimiento que algunas veces
viene del vivir también es una buena compañía, y para celebrar el milagro de mi
existencia es perfecto. Es un escrito maravilloso sin importar en qué momento
de mi vida me encuentre.
Si estas enfrentando una pérdida, o la enfermedad en ti, o en un ser querido, o si no tienes una buena relación
con la muerte y te angustia el solo pensar en ella, este libro es la mejor
compañía que puedes desear. Fue publicado en 2012 y relata la historia acerca
de la curación espontánea de un cáncer en su fase terminal. La autora narra el
transcurso de su enfermedad y cuando su única opción era morir (desde la
opinión médica), ella vivió. Su caso fue estudiado por oncólogos reconocidos y
la única conclusión a la que llegaban se puede resumir con la frase de uno de ellos: “Señora, se mire como se mire, ¡usted debería estar muerta!”. Experimentó una
ECM (experiencia cercana a la muerte), vivió lo que le esperaba después de
morir y lo escribe con belleza, dulzura, amor y generosidad. Para mí el leer un
libro como este es el milagro en sí mismo, me siento afortunada de que exista y
haya llegado a mis manos, que coincidamos los dos es perfecto, no necesito que
ocurra nada más para creer en lo que me espera después de morir.
Las muertes chiquitas
Creo que la muerte no es el fin,
sino que hace parte de un ciclo donde algo se termina para darle lugar al
nacimiento de lo nuevo, hay ciclos cortos como el de la respiración; el del día
y la noche; los ciclos de la luna; los de nuestros cumpleaños; los de fin de
año. Sé que mi cuerpo muere un poco cada día cuando
una de mis células lo hace y renace igualmente con ellas, al igual que cuando
cambio profundamente mi forma de pensar, a lo que le llamo “mis muertes
chiquitas”.
Los ciclos son auspiciosos para plantear
todos aquellos propósitos que deseamos, por eso en mi cumpleaños, al iniciar el
año o el mes sé que hay una energía especial para lograrlos, es tierra fértil en
mi subconsciente. Para darle vida a mis
nuevas versiones es claro que hay otras que deben morir, en esta época del año quiero
reflexionar en aquellas versiones mías que van a morir para darle paso al
nacimiento de las nuevas, no solo plantearme los propósitos para el 2024, sino tener
claro lo que va a morir del 2023.
La gran muerte.
La muerte que me provoca más temor
es la del cuerpo físico, del mío o la de los que amo. Sé que somos energía y
que la energía no se crea ni se destruye solo se transforma, pero lo que ocurre
después de morir me genera incertidumbre. El caso de Anita es un regalo de
alivio y confianza, ella experimentó la verdad de lo que hay después de morir, algo
inconmensurable y maravilloso, con sólo conocer y entender quién es ella más allá
de la vida física, su cuerpo sanó completamente en tan sólo días, luego de
haberse consumido durante cuatro años con cáncer y sin ninguna esperanza médica
de curación. Así de poderosa es la verdad que hay detrás del ciclo de nuestro
nacimiento y muerte, con sólo conocerlo puede sanarnos en todos los aspectos.
Se siente como SER YO
Con forme leía se iba revelando
una gran herida de mi alma, el creer que hay algo que debo hacer, un fin último
que debo cumplir, alguien en quien necesito convertirme y un propósito que debo
realizar en esta vida para que tenga sentido.
El creer erroneamente que debo evolucionar,
cambiar, mejorar y cumplir con la misión de mi vida, y hacerlo rápido no sea
que me encuentre la muerte sin haberlo logrado, me genera sufrimiento. Replantearme el significado del
“propósito de vida” me da alivio, pues es cruel que siempre se nos diga
que debemos descubrirlo, como si fuera la tarea que se me encomendó para esta
vida y nadie me ha dicho en qué consiste y cómo debo hacerla. Es esa idea
implantada en mi mente de que al final de mis días seré juzgada por aquello que debía hacer y no hice; o lo que hice y no debía hacer, es la misma
idea del Karma como una balanza de lo bueno y lo malo, y que ello determina
cuantas y cómo serán las siguientes vidas; o si iré o no iré al cielo.
La hermosa verdad que leo en las
páginas es que: “lo único que tenía que hacer era ser yo misma”. Y es que no es
tarea sencilla, pues tengo muchas ideas erróneas acerca de quién debería ser que
me confunden y no me permiten amarme incondicionalmente. Estas ideas me generan un sentimiento
de rechazo que se esconde en sutiles críticas a mí cuerpo, a lo que siento, lo
que pienso y hago; incluso la escucho recriminarme por preocuparme o no
preocuparme tanto; por lo que quiero o lo que debería querer y no quiero; por
lo que creo que se espera de mí y yo no quiero hacer; y lo que quiero hacer, pero
no se espera que haga. Me juzga severamente por no ser el ideal de mujer que
creo todas debemos ser: ser auténtico sin incomodar a nadie, decir solo las
verdades que no lastimen a otros, ser madre abnegada, esposa comprensiva, mujer
exitosa, un ser feliz, en paz y una persona apasionada.
“Y supe que ese es
verdaderamente el único propósito de la vida: ser nosotros mismos, vivir nuestra
verdad y ser el amor que somos”
¿Y si fuera más sencillo, lo
creería?
La validez del sufrimiento.
Así fui llegando a otra gran
herida de mi alma, y es reconciliarme con lo que me estaba enseñando la autora “lo
importante era disfrutar y reír”.
Aquello que genuinamente me
interesa, lo que disfruto y en lo que me siento fluir, las personas con quienes
realmente deseo estar, o el deseo de soledad que me seduce, son las flechas que
apunta a “ser yo misma”, que es el verdadero propósito de todos. En el fondo no
importa lo que haga, lo relevante es si me estoy moviendo por miedo o por amor.
Lo nuevo que aprendí es que: es trascendental la forma en que me estoy relacionando
conmigo misma en cada momento, cuando acierto y cuando me equivoco, ¿me estoy amando
o juzgando?, siempre es una de las dos. No es relevante si son éxitos o errores,
si estoy feliz o sufriendo, la verdadera importancia está en cómo me trato a mí
misma en ello, ¿acepto o peleo con la realidad de lo que sucede tanto afuera
como adentro de mí? El amarlo todo implica amar quien soy cuando estoy odiando,
ser compasivo con esas partes mías, es como
decirme “bueno… ahora estas con ira, rabia, tristeza, celos, ansiedad, te equivocaste, fallaste y
estás decepcionada, frustrada… okey, está bien, no tienes que sentir de otra
manera, sigamos adelante”
Muchas veces, al terminar mi día, suelo sumarle o restarle valor según la cantidad de lo que he hecho, lo duro, difícil
o retador (no lo hago conscientemente, me doy cuenta por la satisfacción que
siento cuando hago muchisisisimo sin importar los síntomas de cansancio de mi
cuerpo y mente) y no le asigno el mismo valor por lo relajada, tranquila, alegre,
calmada que he estado. Me suelo plantear realizar algo difícil para sentir que
el día fue productivo, o ejecutar una acción clave para mis objetivos, no me puedo permitir un día "perdido" de solo disfrutar.
Lo extenuante no ha dejado de ser un termómetro a la hora de evaluarme, aquellas frases suenan en el fondo de mi mente sin que siquiera sepa que están allí, “ganar el pan con el sudor de la frente”, “lo que no le cuesta lo hace fiesta”, la única evidencia que tengo de ellas son mis emociones que me llevan a estar corriendo, haciendo siempre algo, a creer que hay que ganarse el descanso y el relax, a hacer algo para merecer la felicidad.
Reemplazar estas ideas es aceptar que no es solo darle el mismo
valor al esfuerzo que: a lo placentero, a disfrutar, a lo que me gusta, a lo
que me atrae… sino que es darle mayor importancia. Expresarme y decir mi verdad
es lo fundamental de vivir, reconocerlo como la ruta que me guía hacia el
propósito de mi vida. Es la validación a través del sufrimiento lo que quiero
que muera con el 2023.
“No hacía falta que
hiciera nada concreto; me merecía ser amada por el mero hecho de existir, nada
más y nada menos”
Soy el centro del
Universo.
“Además, al no ser
auténtica estaría privando al universo de la persona que he venido aquí a ser y
de lo que he venido aquí a expresar”
El problema no es que me crea
mucho, que me dé demasiado amor, sino por el contrario que me crea muy
insignificante para lograr un efecto en el Universo y para amarme con todas mis
fuerzas. Cada uno de nosotros es el punto central de su Universo, de la
realidad que está viviendo, el único protagonista y, si no te lo crees, vivirás
como un extra en tu propia vida. Temo creerme especial pues no quiero caer en
las trampas del ego. Las personas que más han impactado en el mundo, para bien
o para mal, es porque estaban convencidas de la importancia de su existencia.
En mi vida, en mi realidad, y mi verdad, yo soy el Ser más importante, al igual
que cada persona lo es para sí misma, para su vida, en su verdad y realidad. El
multiverso está ocurriendo ya mismo frente a mis ojos, cada persona, animal,
ser viviente esta experimentando una realidad, una propia verdad; ¡esto me
encanta!, pues hay infinitas verdades y solo podemos aspirar a ser dueños de la
propia, e incluso la nuestra es tan compleja que dentro de nuestros cuerpos físicos
no la podemos comprender. Es como lo dice la autora, no se puede comprender con
la mente, sino que la verdad última solo la podemos sentir. Ella nos alienta una
y otra vez a creernos que somos especiales y el centro de todo. Creerme única,
superior y lo más importante, choca con mucho de lo que he aprendido, pero es
porque supongo que le estoy restando valor a los demás, rebajándolos a una
existencia e importancia inferior. No se trata de esto, es saber que en mi
realidad y vida soy el centro del Universo sin que eso los aleje del centro que
son para si mismos los demás. Lo quiera o no, tengo todo el protagonismo en mi
vida, todo el poder, todo el sentido último, soy lo primordial, lo más importante y lo mejor. Puedo vivir con esta verdad y ser responsable de ella, o negarla
y vivir como víctima.
Meditando en la
muerte.
Hace tiempo practico la meditación en la muerte, consiste en vivir el momento de mi muerte tan real como lo pueda
sentir, me imagino que ya he vivido muchísimos años y estoy rodeada de mis
seres amados, vivos o muertos, ellos me están acompañando en esta transición y
es un momento muy bello. Esta meditación hace parte del proceso de entender y
darle prioridad a todo lo que elijo en mi vida. En ese preciso momento, en el
que me imagino que voy a dejar este plano terrenal, me pregunto: ¿Qué de lo
vivido me dio más satisfacción? ¿Qué de lo que he hecho es mi legado? ¿A qué o
a quién me hubiese gustado darle más de mí tiempo o energía? Las respuestas que
obtengo siempre me dan tranquilidad y sentido de vida, me da perspectiva de
aquellos problemas que me parecen tan importantes y urgentes, es como hacer zum
y tener un espectro más amplio de mi paso por el mundo.
Siempre es muy grato saber que estas alli, para compartir tu sabiduría, es impactante el escrito, gracias.
ResponderBorrarGracias, es muy grato saber que alguien más resuena en mis palabras.
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