PROFESORADO DE YOGA

 

                            21 días de retiro.

No tenía idea por donde comenzar a escribir y se me ocurrió iniciar justo por allí, por lo que fue el reto más grande: tomar esta decisión. Sabía lo que quería, era muy claro para mí, y eso no es muy natural para un eneatipo dubitativo como el mío, pero la cuestión era ¿me lo voy a permitir o no? Entre disponer de los recursos y del tiempo lo más complejo fue el tiempo, ¿21 días en exclusiva dedicada a mí?, también me cuestionaba si estaba preparada o en cualquier momento saldría corriendo a mi casa, nunca había hecho algo parecido, ir así de profundo en quien soy. Al final estuve a punto de sabotearme. La decisión de ir con mi esposo implicaba un mayor esfuerzo en organización y la gran preocupación era dejar a dos adolescentes por tantos días, en este punto fue relevante el apoyo de mi familia y amigos, quienes me dieron su respaldo en el trabajo y con mis chicos.

 Sigueme en mi cuenta de Instagram, @loquemedijounlibro.

Hoy de regreso en mi casa veo este suceso como prueba de que he dejado de ser "yo" en muchos aspectos, y me siento orgullosa por no dejar pasar mi vida en la distracción de lo urgente, del hacer por hacer y la parálisis de mi zona de confort, satisfecha por moverme en dirección a vivir a mi manera, por respetar mis profundos deseos sin necesitar que tengan sentido o valor para nadie más, permitiéndome degustar cada elección que tomo. Compartir con mi pareja cada paso de aprendizaje siempre será la mejor decisión, ir de la mano hablando el mismo lenguaje y con la complicidad propia del amor, así se fortalece nuestro vínculo y eso siempre es lo mejor para mi familia.    

¿Estás preparada para conocerte?

Mis días iniciaban en total presencia, con múltiples momentos de meditación y reflexión, enfocada en desaprender para aprender, rodeada de personas con el mismo propósito, seres auténticamente vulnerables, dispuestos a dejar ver nuestras sombras y miedos, a compartir los aprendizajes de vida y a mirar los puntos ciegos. En una de mis clases de yoga escuché “no te pierdas ni una respiración” y ese fue mi mantra en cada momento, en la comida, en el río, en las conversaciones, en el estudio o meditación, cada suceso era muy bello como para estar mentalmente en otro lugar y estaba totalmente consciente de lo afortunada de Ser y estar allí. Había mucho sucediendo en mí al mismo tiempo: luz y sombra, demonios y ángeles, sabiduría e ignorancia, libertad y condicionamiento. A los pocos días estaba abrumada con tanta información, intenté “perderme algunas respiraciones”, bajarle a la presencia y distraerme en algo superfluo, pero ya nada era nimio o irrelevante, hasta el más mínimo movimiento, pensamiento, emoción o comentario me revelaba la persona que soy, cerraba los ojos con fuerza y seguía viendo, parecía que había abierto la caja de pandora y no sabía cerrarla. ¿Quiero cerrarla? Si es lo que más he anhelado y fue por esa claridad que llegué a este lugar. Justo entonces nos dieron un regalo sorpresa, Manuela Mejía cantaría para nosotros, no sabía de ella y de su voz sanadora, así que simplemente cerré mis ojos y entonces… mi entendimiento ocurrió: estaba centrándome en mis formas más ásperas y amargas, mi lado mundano se llevaba todas mis reflexiones, ¿Cómo voy a dejar de ser esto o aquello? ¿Cómo purificarme para ser un mejor ser humano?, pero había algo más dentro de mí, algo que también se estaba revelando ante el reflector de mi conciencia, en ese momento logré verlo y era bellísimo.   

Necesité refractar partes de mi ser para poder transitar esta etapa, tal cual como la luz que se divide en diferentes colores y podemos ver esa luz en un arcoíris, todo el tiempo ha estado allí pero ahora es más fácil de percibir por medio de nuestros ojos. Comencé a dividirme en arquetipos para poder reconocerme, vi a mi ego y lo nombré Eva, vi a mi parte mística y le digo La Hechicera, vi a Elia y es la niña, aquí surgió esta nueva parte de mí, desconocida y muy poderosa, La Madre Divina.  

Algo cambió y pasé a resaltar la bondad, la sabiduría y las palabras suaves y sabias, lo que estaba dentro de mí y afuera, en cada persona y gesto, cada planta y animal, el río y las piedras, todo me mostraba compasión, bondad y amor, comencé a habitar una verdad diferente y floreció en mi interior una voz delicada y llena de ternura, una nueva voz. Este es el regalo más bello que recibí en esta maravillosa experiencia, ver la divinidad que ocurre con normalidad en cada detalle afuera y adentro de mí, entonces ya no importaba esas otras partes de mí y de otros, se tornó muy claro que aquellas oscuras conductas, palabras y emociones aprendidas, que todos compartimos, no nos definen, son las nubes que ocultan el sol que somos, es entre otros que puedo reconocerme como un ser Divino, pues es obvio que también está en mí, cuando lo veo y reconozco en todos los demás, en la naturaleza y en todo.

Desde ese momento amo cada segundo de conciencia, ya no deseo volver a perderme ni una respiración en mi vida, deseo ver todo lo que soy y lo que es, porque además de esos patrones que lastiman también puedo ver el amor, la compasión y el milagro que hay en cada instante y lugar. Aprender a llevar mi atención hacia La Madre Divina que habita dentro de mí y afuera de mí, esta es una forma hermosa de aceptarlo todo, aceptar cada momento tal cual es, con la convicción de que es perfecto, ver esa fuerza maravillosa que se manifiesta en mí para sostener a otros, y verla afuera y dentro de mí para sostenerme a mí también, puedo confiar en ella, esta es mi fe.   

Mi Sadhana.

Desde milenios sabemos que el Ser humano practica ciertas actividades para sentir su conexión con algo superior, podemos llamarlo Divinidad, El Sol, La Madre Tierra, El Todo. No importa el nombre que le pongamos a esta conciencia de la existencia de algo supremo y eterno, lo importante es que algo dentro del ser humano siempre lo ha sabido, y ha reconocido la importancia de fortalecer su conexión con él o ella, según la cultura y el momento las personas han creado diferentes rituales con este objetivo. Estas acciones enfocadas a fortalecer nuestra conciencia de Dios, a experimentar su Presencia y sentirnos uno, es a lo que en yoga se le llama Sadhana. En este camino del Yoga, en el que me sumergí por 21 días, pude practicar la Sadhana con constancia, amor y enfoque. Me despertaba a las 5:00 am para practicar meditación, Kirtan o cantos, Satsang que es la lectura de escritos sagrados, Hata Yoga que son las asanas o posturas con el cuerpo. Terminaba el día con meditación y Satsang. Además, durante el día en cada momento había algo que me recordaba a Dios, mientras comía o cuando estudiaba, sin siquiera notarlo cada detalle del lugar estaba dado para que mis pensamientos fluyeran hacia lo divino.

Al regresar a mi hogar, a mi rutina habitual, noté como extrañaba estar en el Ashram y la nostalgia entristecía mi estado de ánimo, hasta que retomé mi Sadhana, adaptada a mis labores diarias, pero con el mismo objetivo. Abracé aquellas que aprendí y las hice auténticamente mías, aunadas a algunas que ya practicaba. Aparté en mi casa un lugar especial destinado especialmente para mi práctica y coloqué en él todo aquello que me recuerda a Dios, me despierto muy temprano (4:30 am), limpio todo mi cuerpo, enciendo una vela e inicio mi meditación, termino con un canto corto. Entonces hago ejercicio por una hora y luego practico Hata Yoga (asanas o posturas). Fue increíble como volví a sentirme como en el Ashram, si extrañaba el lugar, pero lo que más echaba de menos era la persona en quien me convertí allá. Sé que mi mundanidad está presente, mis apetitos, mis apegos, mis miedos, debilidades y adicciones, mi confianza no está en poder controlar mi humanidad, pero si puedo confiar en mi Sadhana, en que mi práctica espiritual me volverá una y otra vez a la senda que deseo recorrer, a la persona que quiero Ser y la evolución continua y profunda de quien soy. 

En el libro Tokio Blues de Haruki Murakami, el protagonista realizaba acciones cada día para poder soportar la depresión y no tentarse por el suicidio, salida que tomaban muchos a su alrededor. El autor lo llama “darse cuerda”, como a un juguete, él lo hacía para llenarse de fortaleza y transitar el día cuando estaba dominado por su tristeza y melancolía. Ese es el gran poder que tiene adoptar una práctica, puedes llamarle hábitos, rutina, ritual o Sadhana, enfocada en mantener tu conexión, en encaminarte una y otra vez hacia tu yo superior, hacia un propósito elevado, hacia lo infinito y eterno, hacia una vida con sentido, tu práctica te da cuerda cada día.                

 Madre Divina

La coraza está rota y la cáscara removida,

Mi Ser está expuesto,

El amor me recorre y brota de mis manos,

Sale por mis ojos y se colma en mi garganta, vuela en palabras

Gracias por anidarme y abrir mi corazón,

Gracias por estar dentro de mí,

Gracias por rodearme y por sostenerme,

Gracias por darme vida,

Deseo permanecer en ti, tomo refugio en ti,

Te amo.



Comentarios

  1. Que lindo, gran experiencia, espero vivirla también

    ResponderBorrar
  2. Me encantó, gracias por compartir 🫶🏼

    ResponderBorrar
  3. Gracias por tan bonito escrito te honro y te admiro por tus aprendizajes.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

SLOW SEX - NICOLE DAEDONE

LOS DONES DE LA IMPERFECCIÓN / BRENÉ BROWN

LAS 4 FASES DE LA LUNA ROJA-MIRANDA GRAY