LOS DONES DE LA IMPERFECCIÓN / BRENÉ BROWN

 

¿Imperfección real o Perfeccción fingida?

No me gusta cuando se habla de las personas como un producto terminado y te muestran casos de personas exitosas, me pareciera que me dicen “mírame, puedes llegar a ser tan perfecto como yo”, en lugar de inspirarme hacen que sienta que estoy muy lejos de llegar a eso. Prefiero las personas que me cuentan de sus heridas, que no temen hablar de sus errores, fracasos o los momentos en que, a pesar de todo su proceso de crecimiento, se encuentran tristes, confundidos o iracundos, en otras palabras, se muestran reales. Me dio sosiego leer acerca de lo imperfectos que somos todos, entendí que el verdadero poder es aceptar mis manchas y aprender a reconciliarme con el verme ridícula, mostrarme torpe, poco inteligente o en extremo ingenua. Es el miedo a la vergüenza lo que castra cualquier idea novedosa, comentario honesto o simplemente dejarme llevar. Somos demasiadas personas preocupadas en mostrar nuestra perfección, podemos ser vulnerables siempre y cuando nos veamos bien, podemos hablar de los fracasos como un proceso que ya hemos superado para llegar a donde hoy estamos, como si la vida de alguien pudiese llegar a la meta y ser adecuada, radiante, irreprochable, maravillosa el 100% de las veces. Todos estamos mostrando tan solo la mitad, este es un mundo que te anima a dejarte ver incompleto y a aceptar solo una parte de ti. Este libro me guía a reclamar los dones de mi imperfección y no perderme de la otra mitad de la vida y de mí misma.

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  ¿Yo con vergüenza?            

         "La vergüenza es básicamente el miedo a no ser dignos de amor” Brené Brown

No creí que la vergüenza fuese una emoción que determina tan profundamente el comportamiento humano, pero, gracias a la lectura de este libro, comencé a notar el leve momento en que me decido por algo, y la vergüenza es fundamental a la hora de elegir entre A o B, me silencia cuando canto y me limita al bailar, me protege de hacer el ridículo, no me permite llamar la atención y me cuida de ser rara. Sólo la identificaba cuando se descontrolaba y pensaba “Me muero de la vergüenza”, pero sus leves matices me pasaban desapercibidos. Para nuestro cerebro el rechazo social y el no ser amados representa un peligro para nuestra supervivencia, hace parte de nuestro condicionamiento evolutivo, si no inspiramos amor no seremos cuidados cuando lo necesitemos, y ser alejados de la tribu es una sentencia de muerte. A nuestro cerebro le interesa mantenernos vivos, no el que nos sintamos inspirados, dichosos o con sentido. Cualquier acción de la que nuestro cerebro no tenga un registro previo de cuál puede ser el resultado nos genera vergüenza o miedo, si no aprendemos a superar esta fase inicial de resistencia nos mantendremos en la famosa “zona de confort”, repitiendo una y otra vez los mismos días, mostrando una versión reducida de quien realmente somos y generando los mismos resultados que ya tenemos. Superar esta incomodidad es uno de los pasos para generar los cambios que deseamos.   

“La vergüenza necesita 3 cosas para descontrolarse: secretismo, silencio y juicio” Brené Brown

Control

Ser imperfecta, equivocarme o fallarle a las personas que amo genera en mí mucha ansiedad, exponerme a la vergüenza me da miedo, me he creído que soy capaz de controlar lo que los demás piensan y sienten por mí. Hoy entiendo que me esfuerzo mucho por mantenerme en las márgenes de lo que se espera de mí (en realidad es de lo que yo espero de mí), esto me da la falsa certidumbre de tenerme a mí misma bajo control. ¿Prefiero traicionar los profundos deseos de mi alma para sentir que tengo dominio sobre lo que otros piensan de mí? ¿Esta sensación de control o seguridad lo vale? Muchas veces mi respuesta es sí, aunque no es lo que deseo, es cuestión de sentir incomodidad y vergüenza para transformarme en quien los otros esperan. Pero otras veces no, conforme voy ejercitando este musculo voy resistiéndome al impulso de traicionarme.

¿Qué tan dispuesta estoy a hacer o decir algo que no tengo ni idea que reacciones va a generar? ¿Puedo mostrarme imperfecta, puedo dejar ver cuando estoy ansiosa, cuando arruiné una oportunidad o algo me salió terriblemente mal? Puedo hacer o no hacer lo que quiera y decir: “Soy suficiente tal cual soy” y no me importa lo que otros opinen. ¿Ser esta clase de persona me conviene?

Lo que comprendí en este libro es que preferir la comodidad de elegir hacer lo que se espera de mí y no escuchar mi verdadera voz, los verdaderos deseos de mi alma, es perderme a mí misma, que pasen los años y no haya manera de saber qué es lo que realmente quiero, que ya no escuche esa voz interna, que de tanto ignorarla se apague y me quede siendo simplemente lo que creo que los demás esperan de mí, que mire hacia atrás y vea una vida que no me pertenece, que se ve bien desde afuera, pero es insípida o sin sentido. 

Me conviene mostrar mi imperfección, es allí donde se encuentra la otra mitad de mis dones, lo que me hace real, autentica y sentirme conectada con la humanidad.

“¿Quién se ha ganado el derecho de escuchar mi historia?” Brené Brown

Hace poco me confronté con una muy complicada situación, me sentí desbordada de ansiedad, miedo, culpa y, hasta ahora lo comprendo, también vergüenza. Deseaba reponerme lo más pronto posible. Al pasar los días y darme cuenta de que me estaba costando lidiar con la complejidad de mi situación, resultó obvio que era algo en lo que necesitaba profundizar si deseaba evolucionar. Hay una parte de vivir que es sentir dolor, confusión y soledad, sé que no es la última vez que me voy a sentir de esta manera y ya no quiero avergonzarme por ello.

Cuando atravieso un momento en que me siento en verdad horrible, como ahora cuando se mezclan ansiedad, miedo, culpa y vergüenza, lo último que quiero es contar mi historia, deseo que sea un secreto, es mi miedo a que, si saben esto de mí, sea menos digna de amor. Es por el secreto que comienzo a sentirme sola, rara e insuficiente. Esta vez decidí hacer algo diferente, no se trataba de buscar con quien quejarme, no quería ponerme en la postura de víctima, lo que quería era dejar de avergonzarme. Inicié a decirlo a mi círculo cercano, “sabes… me siento terrible, abatida y no quiero atravesar esto sola”, a cambio ellos me confiaban haber atravesado otra oscuridad y haberse sentido iguales, o me daban amables consejos. Al hablarlo se fue yendo la sensación de ser un tema vetado, la necesidad de fingir estar bien, la soledad y el creer que esto solo me pasa a mí. Fue un gran y significativo alivio, sentí que pertenezco sin importar nada de lo que hago o siento, y como lo dice el libro, si, aunque sea tengo una sola persona que se merezca escuchar mi historia, ¡mi verdadera historia!, entonces soy increíblemente afortunada.   

“Solo cuando conocemos bien nuestra oscuridad podemos estar presentes en la oscuridad de los demás” Brené Brown 

¿Por qué creo que el mundo solo espera de mí la etapa positiva, alegre y sabia? Si todos pudiésemos normalizar el hablar de nuestras versiones dolorosas, de esas imperfecciones no tan atractivas y dejar de ocultamos, entonces pudiésemos ser más humanos, surfear nuestros momentos retadores en compañía y con mucho menos sufrimiento. Hay personas en mi vida con las que sé que estoy segura, que me escucharán con compasión y con quienes me puedo permitir ser absolutamente vulnerable (en esa lista de personas están mis hijos), ellas me han permitido escucharlas y ahora yo les puedo dar el regalo de ser ellos quienes me sostengan, puedo dejar mi papel de ser quien guía y acompaña y, con humildad, cambiar de rol, estar en el otro lado y mostrar mis heridas. El orgullo solo me trae soledad, hace que me pierda de los salvavidas que la divinidad me lanza, hace que no me dé cuenta de estar siendo sostenida y amada por Dios a través de cada persona que tengo la fortuna de tener a mi alrededor. Además del apoyo de los seres maravillosos que me rodean, también me permití ser acompañada por un terapeuta, esta fue mi mejor decisión. ¿Porque todo tiene que ser difícil si hay opciones para atravesarlo con mayor compasión? Me regale a mí la misma compasión que siento por los demás y elegí atravesar este reto en modo fácil.      

¿Puedo dejar de aparentar que mi vida no tiene notas bajas? Sé que todos tenemos los dos lados, por alguna razón he asociado esta fase a fracasar, es mi supuesto no examinado el que las personas exitosas son siempre seguras de sí mismas, felices y confiadas, me he llegado a creer que hay personas que se mantienen todo el tiempo fuertes, positivas e inspiradas, y eso, claramente, ¡no es verdad! Eso sería muy triste para un ser humano, pues creo que nuestros más grandes dones vienen de nuestras imperfecciones, de nuestras heridas del alma.

Todos estamos expuestos a los sucesos fuertes y retadores que nos sobrepasan, o a cualquier cosa que despierta un viejo patrón mental y trae de regreso un antiguo dolor, eso es aplicable para mí y para cada ser humano del planeta. Identificar estos patrones de pensamiento, tener la valentía de reconocerlos y la disciplina para cambiarlos, ha generado en mí, incomparable capacidad de compasión, de amor incondicional y satisfacción, estos son los mayores tesoros que he encontrado en mí. Son mis grietas las que permiten entrar la luz. 

Sería fácil escribir cuando ya hubiese atravesado esta tormenta y plasmar todo lo que aprendí en ello, pero yo aún me encuentro perdida, no entiendo la sabiduría que trae, no he logrado transformarme en la versión más fuerte y mejorada. ¿Me permito escribir sobre ello desde el dolor, el miedo, la culpa y la vergüenza? ¿Escribir, aunque aún no lo he resuelto? Sí, me lo permito, simplemente porque deseo hacerlo.

“Si queremos una vida plena, sin el constante temor de no ser suficientes tal cual somos, tenemos que admitir nuestra historia” Brené Brown

No me voy a perder ni una respiración.

Recordé mi compromiso, voy a estar presente en mi vida, presente en quien soy, y si esto es lo que soy hoy, si es de esto que se llena mi vida hoy, pues tampoco me lo quiero perder, ¡no me lo voy a perder!, la vida es muy corta para eso. Es delicioso estar presente cuando soy dicha, cuando me siento llena de amor y veo la sinfonía perfecta del universo, pero en estos momentos, cuando una vieja herida de mi alma comienza a sangrar otra vez, cuando se nubla mi mirada y solo percibo el dolor en todos, cuando el sinsentido del sufrimiento me abruma, y mi sensibilidad se desborda empatizando con todas las historias dolorosas que escucho, es ahora cuando más requiero estar presente en mí, en este lado tan humano que se pregunta una y otra vez, ¿Por qué?

¿A qué soy adicta?

“La adicción puede describirse como un hábito que de forma crónica y compulsiva entumece los sentimientos y suaviza su intensidad” Brené Brown

Muchas veces lo que nos mueve a actuar no es la inspiración sino el deseo incontrolable de no sentir miedo, ansiedad, culpa, vergüenza, insuficiencia… pon la emoción que más te reta (recuerda que el primer paso para la inteligencia emocional es identificar y saber nombrar nuestras emociones). Todas las acciones destinadas a entumecer la conexión con mi cuerpo, sensaciones y emociones pueden convertirse en una adicción. ¿Dónde está la línea divisoria? Cuando sabemos que no nos conviene, que nos hace mal, que necesitamos un descanso, que nuestro cuerpo y/o mente ya no necesitan más de lo mismo, y aun así no podemos parar, entonces es cuando lo defino como una adicción.

Me parece muy interesante la lista de adicciones que hay en el libro: alcohol, las drogas, la comida, el sexo, las relaciones, el dinero, el trabajo, el cuidado de otros, el juego, la ocupación constante, los líos amorosos, el caos, las compras, la planificación, el perfeccionismo, el cambio constante, internet, las preocupaciones constantes, salvar el mundo, cotillear, el deporte.

Hay varias de esas actividades a las que recurro cuando quiero entumecerme, hay algo importante sobre esto, el entumecimiento no es selectivo, el entumecerte te impide también sentir dicha, alegría, gratitud, satisfacción, serenidad, etc. Y justo son estas últimas emociones maravillosas las que te impregnan el deseo de estar vivo, te ayudan a lidiar con el sufrimiento. Y, mucha atención en esta parte, si te insensibilizas a estas emociones será más difícil atravesar las otras (las "malas"), entonces querrás entumecerte más aún y así sigues.

Esto me recuerda lo que leí en el libro Guerra y Paz de León Tolstói, haríamos cualquier cosa por no ver “la horrible vida”, y es que no queremos sentir esa otra mitad de estar vivos, se nos ha hecho creer que merecemos estar felices siempre, en paz, empoderados y, peor aún, que hay algo mal en nosotros, con las personas que nos rodean, o en nuestras vidas si no estamos en el lado amable del péndulo, en la cresta de la ola. El sistema nos impulsa a hacer lo que sea para corregir esa falla en quien somos, cuando es que simplemente somos humanos. Y es que todos merecemos la oportunidad de estar en los dos lados, eso, si queremos encontrar nuestra verdadera esencia, nuestros dones, nuestro sentido. Hay que aprender a habitar los dos, ser capaces de disfrutar y ver la magia, y también, poder escuchar y sentir “la horrible vida”.

“Solo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos” Dostoyevski.     

¿Cómo se siente estar presente en este pasaje de mi historia?

A pesar del impulso de huir me detengo y pauso.

Respiro, habito la incomodidad y me reconcilio con el deseo de sentir algo diferente, sin ceder a las ganas de hacer cualquier cosa sólo para que sea más llevadero, aceptar que en este instante mi versión optimista y sabia parece muy ingenua, parece que ha muerto, no hay nada más.

Cierro mis ojos con fuerza y me pregunto, ¿Dónde está mi fe?,

Mi voz dudosa continúa cuestionando, ¿Cuándo regresarás mujer sabia?,

Ella me sopla la respuesta, “Cuando dejes de llamarme y buscarme”,

Pero aun no comprendo cómo amarme hoy, y sin ti, ¿cómo lo lograré?.

Mientras estoy presente en cada respiración de esta “yo” me escucho diciendo: esta es la otra mitad de estar viva, degústala, sabes que esto es un péndulo e inevitablemente volverá al otro lado, así que no sabes cuanto tiempo serás esta tú, no te la pierdas, no la juzgues, no le enseñes, no le recuerdes que eres otras versiones más chéveres, no le digas que no debería estar así, no le digas que todo va a estar bien, no le menciones el poder de los pensamientos positivos, lo que necesitas es estar presente, observando y simplemente sintiendo, aunque sea por unos instantes y recuerda…

 No pases corriendo por las experiencias y circunstancias que mayor capacidad tienen de transformarte” Rob Bell

"Aquí confina la vida con la eternidad"

La pregunta que estaba esperando.

¿Cuándo fue la primera vez que te sentiste así?

Buscando en el sin fin de recuerdos asocié este coctel de culpa, ansiedad, miedo y vergüenza a mis 12 años, fue el escribir y la terapia lo que me facilitó ubicar los pensamientos escurridizos, esos que son tan difíciles de ver porque siempre han estado como el telón de fondo de todo lo demás. ¿Comprenderlo trae sanación? sin dudarlo sí, alivia y cede la intensidad de las complejas emociones, además, tal cual como lo dice el libro, “Una vez que percibes un patrón de comportamiento, ya no puedes dejar de verlo”. La labor en adelante es estar presente en cada instante para chequear si siguen en mi mente, y darme una nueva voz, decirme una y otra vez las renovadas palabras, recordarme el nuevo mensaje, traer mi verdad hasta que mi inconsciente la grave sobre la anterior programación, hasta que mi nueva historia me sea natural. El verdadero alivio lo encontré al integrar esta etapa con algo de naturalidad, al contarlo a los demás, al escribir sobre ello, al escuchar a otros acerca de sus tormentas, al escuchar a otros acerca de sus días soleados y saber que todo está bien, que necesito de ambas experiencias.

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