Segunda parte. MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS-CLARISSA PINKOLA ESTÉS

      

Dios no me pone acertijos indescifrables

¿Soy un laberinto? Y cómo le voy a hacer para desenrollar toda la complejidad que hay en mi mente (todos mis recuerdos, traumas y condicionamientos) Será que... ¿Mi evolución requiere sanarlo todo? Siento que la respuesta es NO, más que dónde buscar y qué resolver mi respuesta es cuándo, Dios no está en el pasado ni en el futuro, está justo aquí y ahora, mi objetivo no es armar el rompecabezas, sino lograr mantenerme consciente, y entonces, esto es lo importante, elegir siempre (sin importar el momento, la persona o el lugar) expresar amor y compasión hacia mí misma y hacia los demás. El conocer mis voces interiores es solo para ayudarme a estar más presente y poder elegir libremente la opción más elevada. 

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El Alma hambrienta

No experimentar magia, exuberancia, éxtasis, me llevó a buscar con ansia, algún lugar, experiencia o persona de la cual me pudiese alimentar de vida. El querer que “me pasen cosas”, es señal de un “Alma hambrienta”, esta insatisfacción me ha llevado a exponerme a peligros innecesarios, a permitir que otros se aprovechen de mí, a exponer mi corazón a la suerte, y a no hacer caso de los instintos de autocuidado. Es una etapa que para algunas puede ser la adolescencia, para otras la juventud, para otras en la vejez, o irse y volver con los años, no está vinculada a la edad sino a la desconexión con las profundidades del mundo interior. Ninguna de nuestras excentricidades nos colma, o satisface por mucho tiempo, plenamente y sin lugar a duda, seguimos hambrientas, pues eso extraordinario, divino, mágico, excelso que intuimos (sabiamente) hay en la vida disponible para nosotras, no está en el mundo de afuera, está en nuestro interior. Esa búsqueda en el interior, la autora lo llama “el vagabundeo”, en mi caso, lo triste es que pasé mucho tiempo sin seguir buscando en ningún lugar, dudé de mi instinto y lo tiré a la basura, decepcionada me convencí de que ese mundo mágico, de dicha y éxtasis, era cosa de un ser ingenuo o infantil, la vida era lo que era y nada más.    

Pero sufren una decepción, pues lo exuberante y lo salvaje no está allí. Está en el mundo espiritual, en aquel mundo entre los mundos, en aquel río bajo el río” …. “es el lugar donde se producen las visiones, los milagros, las imaginaciones, las inspiraciones y las curaciones de todo tipo.” Clarissa Pinkola Estés.

Dos mundos

Esta es mi fascinación, gracias a la profunda sensibilidad con la que Clarissa lo expone en los relatos y sus explicaciones, aprendí que habito en dos mundos. Uno, mi mundo interior, que también lo llama “el río bajo el río” o mundo de la psique; el otro es el exterior, el material, el que conocemos. Me hizo mucho sentido el comprender que son independientes, puede suceder que en mi mundo exterior todo este perfectamente, pero el mundo interior este ardiendo en una batalla épica. Puede pasar lo contrario, o también puede darse el que los dos estén en armonía, y, el peor escenario, que ambos estén en crisis. Estos mundos se retroalimentan, personajes del mundo interior pueden ser responsables de sabotear nuestra experiencia en el mundo externo, de que no podamos lograr lo que queremos o comportarnos de acuerdo con lo que elegimos. También un gran poder en nuestro interior puede sacar afuera los actos más heroicos, desinteresados, generosos, asumir grandes retos y desafíos, y crear maravillas nunca vistas en el mundo exterior, dar vida a obras únicas o ideas inspiradas. Así mismo, lo que sucede en el mundo exterior, una mínima palabra de afuera o un hecho insignificante, puede liberar un demonio que lastima a todos nuestros otros seres interiores, libera un dictador que somete a sus caprichos, manipula y corrompe con pensamientos de rechazo, de insuficiencia, de odio, de pánico, de duda y desconfianza, a todos nuestros seres bondadosos. También lo que nos llega de afuera puede liberar a “la mujer salvaje”, fortalecer las voces positivas, de amor y coraje, liberar la sabiduría de “la que sabe”, los cuidados de “la gran madre divina”, la aceptación de la diosa “vida, muerte, vida” y la determinación, fuerza y resistencia del “animus”. Vivimos en dos mundos que se alimentan el uno del otro, obviar el interior nos lleva a participar de una carrera desenfrenada en el exterior para buscar el alimento, el misticismo, la magia, la eternidad que solo la encontramos en el mundo interior, quedarnos en el interior hace imposible nuestro desarrollo, logro, comodidad, supervivencia, y pertenencia a la comunidad que habitamos.

El alma se proclama heredera de dos estirpes, una perteneciente al mundo físico y otra al mundo invisible” … “El alma absorbe la sabiduría de cada parte. Eso es lo que significa nacer dos veces” Clarissa Pinkola Estés.    

¿En qué mundo vives? Más te vale vivir en los dos y no degradar en importancia a ninguno de ellos, el sentirte nutrida, decidida, llena, completa, deliciosa, fuerte, vulnerable, amorosa, está en saber habitar en los dos, en moverte y fluir libremente entre ambos y no buscar en el uno lo que es del otro, no abandonar ninguno de los dos y alimentarlos por igual.

“Soportar lo que se ve”

y ahora viene lo más difícil, el de poder soportar lo que se ve, es decir, la propia autodestrucción y condición de muerta” Clarissa Pinkola Estés

¿Qué es la sombra? Es aquello que no quiero reconocer de mí misma, de mis hábitos, de mis palabras, pensamientos y emociones, me he creado una imagen mental de quien soy, a la que estoy tan apegada, que me hago la ciega con todo lo que niega esa identidad, es demasiado doloroso saber que no me agrada la persona que soy. La sombra también son mis secretos, los secretos contaminan ideas, preguntas, pensamientos que se relacionan o conectan con él, todo lo que se pega al secreto se torna en algo de lo que no quiero saber, encierran en una cárcel una parte de lo que soy, amarra mi libertad de crear, hablar, sentir y pensar. Escondo con mis secretos varias partes lindas mí. La sombra además es mi pasado, un evento demasiado doloroso que no quiero recordar, o que lo dejo al margen para evitar sacar su dolor, pero sigue lastimándome y condicionando mi realidad, el no afrontarlo me impide llegar a la verdad y darle otro sentido a mi historia.

Duele mucho reconocer mis sombras, porque hacerlo indica que requiero actuar en consecuencia, tomar decisiones, cambiar mis hábitos, modificar la estructura de mi horario, esforzarme, y siempre temo no ser capaz o suficiente para lograrlo. Coraje es quedarme mirando eso, las fallas, las debilidades, la imprudencia, la rabia, el egoísmo, la soberbia, la envidia, la pereza, verlo y reconocerlo como mío, sostener la mirada para que no pueda hacer estragos, en el mejor de los casos transmutar su energía a mi favor, eso es magia, la verdadera alquimia.

Mis verdaderos demonios

Estas sombras se convierten en “demonios”, “depredadores naturales”, arquetipos que lastiman y causan dolor, sus voces me hacen dudar de mi valor, me juzgan y su crítica es severa y mordaz, se burla de mí con un filoso sarcasmo y me dice: “deberías estar haciendo otra cosa”, me susurra “para que te esfuerzas, nadie lo valora” “no pierdas el tiempo” “no te mereces tanto” “no estas a la altura” “simplemente eres ridícula” “te vas a equivocar” “y aún falta la peor parte” “te vas a quebrar” “nada va a salir como lo quieres, son solo fantasías” “los milagros no están disponibles para ti” “estás muy vieja para esto”. No todo lo que dice el depredador es falso o erróneo en su totalidad, por esto es por lo que hay que sostener la mirada y atender a lo que hay de verdadero y olvidar lo demás.

Si te sientes sin fuerzas, sin ganas de vivir, sin poder disfrutar, sin propósito, ansiosa, triste, desanimada, frustrada… ¡“busca el demonio”! no tengas dudas que hay uno en tu psique, que esa voz está torturando a tus seres mágicos, dulces, buenos, creativos y sanadores. Estos depredadores se esconden muy bien, son hábiles en ponerte trampas espirituales, simplemente míralos y nómbralos, ponlos en su lugar y no apartes tu mirada de ellos.

Y es cuestión de recordar que todas esas partes, arquetipos, seres, sombras forman parte de mí, es momento de reconocer mi unidad y amar esas partes no tan lindas, más bien feas, retorcidas o monstruosas que soy, de lo contrario ¿cómo voy a amar a los demás? si estas voces existen en todas las personas, todas tenemos el arquetipo de la supervivencia, todas somos capaces de lastimar si nos sentimos en peligro, si nuestro ego se siente amenazado.  

“… la psique tiene un sector muy enfurecido y torturado” Clarissa Pinkola Estés

Arquetipo de La Madre.

En el inconsciente cognitivo de la humanidad encontramos el arquetipo de la madre, es la que nos cuida y nutre, esta voz se ha formado en la infancia, no es solo una copia exacta de nuestra madre, aunque fue la influencia más fuerte, está, en realidad, formada de todas las madres con las que tuvimos contacto, y de lo que, en nuestro contexto, entendimos debía ser una madre. Por lo general no tenemos la madre que necesitamos, la autora las describe como “la madre derrumbada”, “la madre demasiado buena”, “la madre ambivalente”, “la madre no mimada”. Puedo cultivar y fortalecer la voz que me materne en la forma que hoy lo necesito, una madre que se enorgullece de mí, que me corrige con amor, que cuida de lo que como, de mi presentación personal, de que cumpla mis compromisos, que me da mimos y remedios cuando estoy enferma, y sabe, como la mejor madre, lo que necesito. Esta madre no me compara con nadie más, no me ridiculiza o se avergüenza de mí, pero no es condescendiente en lo absoluto, me exige y es rigurosa en el momento oportuno.

“La madre divina”, como yo la llamo, no me sacrifica en beneficio de otros, antepone mis necesidades y bienestar, permitiéndome estar totalmente nutrida y llena de energía, cuando estoy muy bien maternada este arquetipo sale a cuidar y nutrir naturalmente a los demás.

El deseo de ser una niña-mujer muy buena.

Descubrí que detrás del aparentemente buen propósito de “ser buena” se esconde otro depredador, el arquetipo es el de “la madre demasiado buena”. Esto es una fuga de energía sagrada enorme, la incapacidad de poner límites, el deseo de sentirme muy buena y, primero, creer que sé lo que los demás necesitan y, luego, con la responsabilidad de hacerme cargo. Son las personas que más amo, las más buenas y nobles, las que requieren una y otra vez de mí, incluso para darme cariño, pero olvido separar el tiempo para mí, no es fácil decir: “Discúlpenme, pero necesito pasar un tiempo conmigo”, y volverlo a decir, y otra vez, y una más, y por siempre. Nunca fue solamente tiempo, es reservar vitalidad, la mejor energía para ponerla donde más importa: para mí, sea escribiendo, estar en soledad, pasando el rato, estudiando, haciendo yoga, riendo, escuchando audios, cantando o tocando el tambor, aunque nadie dirá que soy muy buena y suficiente por eso, pero es lo que tiene sentido para mí, lo que alimenta mi llama. Lo otro es estar corriendo tras las ordenes de un demonio dictador que me impide siquiera darme cuenta de que me estoy lastimando, agobiando, extenuando y haciendo con mi vida lo que no quiero, esforzándome en subir la montaña equivocada, llena de estrés al entregarme al juego de la supervivencia, de los logros y apariencias, en este punto ya ni siquiera puedo ser “yo”, reacciono y saco a fuera lo que llevo dentro: rabia, impotencia, frustración. Esta “madre demasiado buena” se alimenta de vanagloriarse, con voces del mundo interior o exterior, o de ambos, que le dicen que es muy fuerte, muy capaz, muy berraca, muy comedida, muy generosa, muy entregada, muy buena madre.

La otra cara de este arquetipo es “la madre ambivalente”, para mí es ser condescendiente, la que justifica a los demás y, lo peor, me justifica cuando tomo decisiones que no están de acuerdo con mis valores, verdaderos objetivos y propósitos, me dice: “has primero esto y aquello, es más urgente que simplemente escribir” “Esto requiere demasiado de ti, mejor no lo hagas” “que importa, es solo por esta vez” “es que tienes la razón”.  

Sacarlo al mundo exterior, el dolor de parir y criar.

Reconocer mis Arquetipos y nombrarlos, chequeado; escuchar mis emociones, listo; no apartar la mirada de mis sombras, ok; y conectando con las sensaciones de mi cuerpo, bien; se ha aclarado la voz de mi Alma, y voy aprendiendo a diferenciar su voz de las demás, ¡en hora buena! Comienzo a reconocer qué caminos deseo recorrer, cuáles son las necesidades de mi cuerpo y mi ego, sé los secretos de los que necesito liberarme, entiendo qué es lo que quiero crear, se torna obvia la decisión a tomar, y sé, sin lugar a duda, en qué quiero gastar los minutos de mi vida. Creí que esta era la parte más difícil, escuchar los verdaderos llamados de mi Alma, sentir a Dios en mí, pero esto es solo el principio, me celebro el haber llegado a este punto, pero a todas luces falta la segunda parte, la autora me lo presenta con el arquetipo del “Animus”, y es la capacidad de llevar todo ese aprendizaje, esa idea, esa decisión, esa creación al mundo exterior. Esta parte puede resultar muy exigente y dolorosa, es una decisión de coraje el dar vida a una creación única, expresar mis verdades, el realizar los actos que tienen el poder de cambiar mi vida para siempre, llamar la atención hacia mi vulnerabilidad, o implementar los hábitos diarios y rutinarios que necesito. Estas epifanías (ideas o decisiones) remueven la oscuridad del interior, salen los depredadores, y una y otra vez debo volver a conquistar mis miedos. Con el “animus” debilitado nos quedamos en la mera fantasía, esperando que de la nada surjan nuestras habilidades y conocimientos, y que todos los obstáculos desaparezcan por arte de magia. Uno a uno de los actos guiados por la voz del Alma fortalece “El Animus”, implica atravesar la sensación de arder en la ansiedad, superar el miedo a lo desconocido, a equivocarme, a no ser capaz. La promesa es que cada vez me haré más experta en caminarlo. Es una lucha en la que se oyen voces contradictorias, así como las dice la autora: “Soy buena; no soy tan buena” “mi trabajo es muy profundo; mi trabajo es una tontería” “Estoy progresando; no voy a ninguna parte” “Soy valiente; soy cobarde” “Soy lista; debería darme vergüenza”.

Contar con un Animus fortalecido es disfrutar el momento de parir, de dar el paso, de volverlo un hábito, de asumir las consecuencias, hacerlo una y otra vez, contar el secreto una vez y otra vez, y una vez más, bailar las ideas sabrosas y no saltar las confrontaciones. En cambio, un Animus negativo acapara toda mi energía exclusivamente para las labores diarias de rutina, para ser la perfecta madre, hija, empresaria, para mirar pantallas y no me deja nada para los llamados del Alma, para la vida creativa, para el disfrute y la pasión.


Sin una tarea que suponga un reto, no puede haber transformación. Sin una tarea, no puedo experimentar una autentica transformación. Amar el placer exige muy poco esfuerzo. Para amar de verdad hay que ser un héroe capaz de superar el propio temor” Clarissa Pinkola Estés

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Comentarios

  1. Un poco enredado para mi conocimiento, lo releer, hay cosas claras y es los arquetipos de mi voz interior muy nuevo para mi. Gracias por compartir tu sabiduría.

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